lunes, 2 de septiembre de 2013

Final cerrado

Crecemos con el culto al cine, a entender la vida como algo que condensar en apenas dos horas. Persona A conoce a Persona B, surge la química, hay una situación crítica y, tras varios malentendidos, acaban juntos. Y fin.

Pero nadie te dice que la vida real es así. 
Que la magia dura más aunque no sea tan intenso.
Que la felicidad a duras penas aparece, y ni hablemos de mantenerse. 
Que nadie baja de un tren/bus/avión porque te elige a ti antes que a su destino. 
Que seguirá adelante, porque otra persona exige lo que le pertenece. 
Que hay besos que sólo pueden darse con los ojos. 
Que todo ha sido una historia mala que has creado tú. 
Que no haya siquiera un final porque no hubo nunca un principio. 
Que tal vez ya no hayan bombas de humo ni carcajadas maléficas.
Que tal vez sólo quede la huída.
Que no te ve marchar porque nunca te ha llegado a ver venir. 
Que eres un guión interesante pero no lo suficiente. 
Que ni siquiera puedes sacar los créditos finales. 

Y que fin, que todo se acaba, y ya han pasado las dos horas y hay que abandonar el cine. 

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